Valle de Rengos desde El Rañadoiru |
Abandono el autocar. En medio de unas casas y entre aquella aquella gente desconocida, veo a unos niños jugando a los bolos; me acerco a ellos, tras pasar un reguero, por si fuera el juego idéntico al que algún tiempo antes había visto jugar a otros niños en Santa María del Puerto (Somiedo); no es igual, pero tampoco es el habitual de los otros pueblos de Asturias; al parecer este también lo practican los adultos; consta de dieciseis trocitos cilíndricos de madera, y con una bola han de intentar derribar el mayor número posible de ellos, pero al mismo tiempo procurar que salgan desplazados lejos los mencionados trozos -más allá de dos señales que hay-, y también la bola ha de pasar esas señales, pues si no, “quema”, y la jugada que se haya hecho, por tal circunstancia, no valdrá ningún tanto.
Noto que los “pegollos” -columnas- de los hórreos tienen aquí cierta particularidad; no son los comunmente piramidales que se ven en el resto de Asturias, sino, además de cortos, redondos y estevados, y no de madera.
El Pueblo de Rengos celebra su fiesta en Septiembre. Cada cinco o seis años celebran una típica danza, danza a la que se le viene dando -dicen los vecinos que no con entera justicia- el nombre de “Danza de Larón”. Cierto es que en este último pueblo también se baila; pero no tiene por qué llevar la danza en exclusiva ese nombre. Este año, en El Pueblo, quieren hacer la danza, y la bailarán doce hombres vestidos de blanco, con sombrero adornado con cintas de colores.
El río Narcea pasa joven por allí. El atardecer va apagando los tonos de las laderas esquinándose curvamente en recodos con caminos que los sesgan.
(Texto perteneciente a la segunda parte de "Ruta: Sudoeste de Asturias", de Luciano Castañón -RIDEA, 1965-)
Noto que los “pegollos” -columnas- de los hórreos tienen aquí cierta particularidad; no son los comunmente piramidales que se ven en el resto de Asturias, sino, además de cortos, redondos y estevados, y no de madera.
[El cronista entra en la taberna, donde entabla conversación con el tabernero].
El Pueblo de Rengos celebra su fiesta en Septiembre. Cada cinco o seis años celebran una típica danza, danza a la que se le viene dando -dicen los vecinos que no con entera justicia- el nombre de “Danza de Larón”. Cierto es que en este último pueblo también se baila; pero no tiene por qué llevar la danza en exclusiva ese nombre. Este año, en El Pueblo, quieren hacer la danza, y la bailarán doce hombres vestidos de blanco, con sombrero adornado con cintas de colores.
Entran en la taberna un padre y un hijo, andan pidiendo por los pueblos, y llevan consigo, como reclamo, dos raposos -rellenos de hierba- que dicen mataron un día antes. Se gastan bromas sobre la veracidad de la caza, la malignidad de las alimañas y la avaricia de algunos vecinos recompensando con una miseria la efectiva labor de los cazadores...
(Texto perteneciente a la segunda parte de "Ruta: Sudoeste de Asturias", de Luciano Castañón -RIDEA, 1965-)
6 comentarios:
¡Vaya! Parece que ese día todavía no le dolían las muelas. Buen relato :)
Debieron de empezar a dolerle en cuanto comenzó la subida al puerto...
O cuando llego a Larón y la Viliella,je,je...no te enfades,Xastre.
No andas descaminado del todo, Chapras; algo de eso hay y lo comprobarás en la próxima entrada. Pero subyace en tu comentario un poso de envidia porque Castañón no pasó por Torga ni para hablar mal de vosotros.
Cogió la margen equivocada del río Ibias,ahí se ve el desconocimiento de este hombre.
Una cosa que se desprende del relato es el nivelón que había por el IDEA. Al fin y al cabo, y como el propio autor reconoce, no se trata más que de un cuaderno de viaje, poco más que un anecdotario.
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