miércoles, 14 de noviembre de 2012

Tres romanos (III)

El castro durante las excavaciones (Foto de la memoria de la excavación)
Aunque el protagonista de esta entrada, el castro de L.larón, no es de origen romano, sí es cierto que su función más conocida la desempeñó en esa época.
Está situado a 939 metros de altitud, en una de las cerradas curvas del tramo ahora cortado de lo que fue la carretera del Altu'l Rañadoiru, a unos 1.300 m de distancia de L.larón subiendo por ésta, y a 400 m si se sigue el Camino Real desde el pueblo. Su posición es privilegiada para vigilar un gran tramo del río Ibias, dominando las explotaciones de oro de El Corralín (Degaña) y la Val.lina'l Col.láu (La Viliel.la), así como los lavaderos de El Muracal, también en términos de La Viliel.la.
Fíbula
Los primeros estudios sobre su historia los hace el profesor José Manuel González y Fernández-Valles el 11 de noviembre de 1962. Posteriormente, el investigador Elías García Domínguez incluye el hallazgo de un hacha de bronce y un trozo de otra en las cercanías del poblado.

En julio de 1978, un equipo formado por miembros de la Universidad de Oviedo y de la Autónoma de Barcelona realizaron una excavación exhaustiva del recinto, que fue publicada en 1983 en la revista del Ministerio de Cultura “Noticiario Arqueológico Hispánico”, en su número 15. En esta excavación se descubrieron cinco fosos defensivos (uno de los cuales coincide en parte con un tramo del actual Camino Real de L.larón a Cangas del Narcea), los cimientos de seis edificaciones y diversos materiales, aunque bastante limitados en número: metálicos (hebillas, pendientes, fíbulas y un instrumento sin determinar), líticos (pulidores, fragmentos de molinos, un percutor) y cerámicos (parte de una copa y restos de tinajas).
Hebillas y pendientes
El Castru, desde La Viliel.la
La fecha de datación del poblado es imprecisa, aunque se calcula que estuvo habitado desde el siglo VIII a.C. hasta el siglo II, cuando fue abandonado definitivamente. Una gran parte de las piedras que formaban las viviendas y los muros de los fosos fueron aprovechadas para construir las nuevas casas de los moradores del poblado cuando abandonaron éste y también en épocas posteriores, de ahí que, según hacen notar los arqueólogos, estén ambos conjuntos de edificaciones muy deteriorados. Tres de los fosos también fueron afectados seriamente por la construcción, a mediados del siglo XX, de la carretera de El Rañadoiru. Además, disfruta, desde 1985, de una torre de alta tensión en uno de los fosos y cercana a las casas.
 
Hacha de bronce
El hacha de bronce y el fragmento de otra aparecieron en el año 1958, durante la construcción de la carretera de El Rañadoiru, a unos 340 m al oeste de El Castru, cerca del lugar conocido como El Güechu La Fonte. Fueron encontradas por los trabajadores de la obra Maximino Castaño Menéndez (casa de Castaño) y Manuel Álvarez García (casa de El Xastre), ambos de La Viliel.la.
Todos estos hallazgos arqueológicos, junto con la lápida funeraria hallada en L'Arnosa (La Viliel.la), están depositados en el Museo Arqueológico de Asturias, que reabrió sus puertas en octubre de 2011, después de seis años cerrado por remodelación, pero no todos los objetos están expuestos al público. Aunque las obras realizadas en el museo han mejorado los accesos y la visión de los fondos arqueológicos, a cambio han hecho perder información de la procedencia de muchos de los objetos de los castros.
Hacha y fragmento (Del libro Guía de Muniellos)

En lo que respecta a los de L.larón, situados en la segunda planta del museo, no es fácil saber cuáles son para quienes no los conozcan bien, pues carecen de carteles que indiquen su procedencia y se encuentran mezclados junto con los de otros castros, con una generalista y somera explicación. Asimismo, únicamente está expuesta el hacha que está completa (falta el fragmento de la otra, que sí estaba antes de la remodelación del museo). En cuanto a la lápida funeraria, no consta que fue encontrada en términos de La Viliel.la, figurando sólo una información escasa y equívoca (“Arnosa, Cangas del Narcea”). Y escasas o nulas referencias en los expositores (lo que parece normal) y en las publicaciones especializadas (lo que ya no parece tan normal), a quienes encontraron la lápida o las hachas. Eso les pasó por no ser expertos en la materia...

(A Manuel, en el tercer aniversario de su ausencia)